sábado, 19 de marzo de 2011

LA PENSIÓN - EL GUATEQUE.



 Primer y último guateque.-

Había llegado a la pensión un joven marino. Trabajaba en una compañía de transporte marítimo internacional. Había recalado en Barcelona ciudad en la que tenía previsto estar durante tres meses.
 Se agregó a las charlas nocturnas, y tertulias sabatinas. Nunca quiso participar en aquellas “timbas” de julepe diciendo que no sabia jugar. Solo lo hacia al póker.
 Era un buen compañero, participaba de los aquelarres nocturnos de fin de semana de los tres mosqueteros. Con él la pandilla, se convirtió en los tres mosqueteros mas Dartañán.
 Conocía Barcelona mucho mejor que nosotros. De su mano conocimos tugurios y lugares que nunca imaginamos que existiesen,
 De su mano conocimos un bohemio lugar, al final de las Ramblas, casi enfrente de la estatua de Colón. Lamento no recordar el nombre, pero seguro que alguno que, de aquella vivió en Barcelona, lo conoció.
 Era un pequeño bar, regentado por una mujer, ya mayor de origen francés, y que por lo que se deducía, debía haber sido muy bella, y lo que todavía era: muy culta.
 El pequeño local tenía un pequeño mostrador, detrás del que estaba aquella Señora, y las paredes estaban con cuadros pintados sobre las mismas por, Picasso, Miró, y otros pintores de gran fama.
 El marido de la Señora, había muerto y también era pintor, amigo de los que después había dejado su obra sobre las paredes del pequeño local.
 Allí solo se podía toma “pastis” una bebida bien conocida por nuestros vecinos los galos. Casi seguro que la pócima que tomaban Axterix y Obelix, era esa.
 Había una gramola en la que solo sonaban canciones de Edith Piaf. Era un lugar para tomar un pastis, escuchar “je ne regrette pas” u otra de la Piaf, y si no había mucha gente atender a las charlas de la propietaria del local, sobre el mundo de los pintores.
 Un sábado, nuestro amigo marinero, nos invitó a ir a un guateque, en un piso que el conocía.
 Solo nos apuntamos, Hans y yo. Llegó la hora y subimos a un ático, en el que había varias mujeres de alrededor de cuarenta años y un par de jóvenes de veintialgo. Un tocadiscos y una sala para bailar.
 La cosa no pintaba muy bien, para un crío de veintitrés años. Las señoras podían ser madres de los allí reunidos y solo dos jóvenes no daban para todos.
 A la media hora Hans, se acercó a mi y me dijo que se marchaba, si quería acompañarlo. Le dije que esperaba por el marino, y que nos veríamos en la pensión en menos de una hora.
 Cuando busqué al marino, que estaba en la terraza, le vi una cara bastante extraña. No parecía el mismo, tenía los ojos extraviados y cuando hablaba, balbuceaba y no era capaz de mantener bien el equilibrio.
 Me extrañó aquello pues no había bebidas por ningún sitio, solo coca cola. Le pregunté si se encontraba bien y me dijo que mejor que nunca, y al mismo tiempo le pidió un “chute” a una de aquellas madamas, para mi.
 Al darme cuenta de la situación, decidí seguir los pasos del alemán, cosa que me costó bastante trabajo, pues por todos los lados me pedían que me quedase, que lo íbamos a pasar muy bien.
 Una de aquellas mujeres, me mostró algo más de lo que yo esperaba ver en aquel momento. La “cristiana”, no estaba mal, pero yo, ya no las tenia todas conmigo, casi a la fuerza salí del piso, y baje las escaleras de dos en dos.
 Cuando llegué abajo estaba esperándome Hans, que con cara de coña, me dijo: Estaba seguro que no tardarías en bajar.
Nos fuimos a seguir con nuestro ritual de cada fin de semana.
 El marinero no volví a verlo, por la noche pasó por la pensión, recogió sus cosas y diciendo que tenia que embarcar desapareció.
 La maestresa dijo, que lo había encontrado algo raro. Seguro que el embarque precipitado le había afectado-dijo.

2 comentarios:

  1. ¡Un buen momento para escapar, Xabres!
    No me hubiese importado conocer ese bar al final de la Rambla.
    Abrazos

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  2. ¡La cuestión no fué baladí, el marinero acabó en la trena!.
    El bar no recuerdo como se llamaba, creo que "pastis", pero no estoy seguro.Me he preguntado muchas veces por lo que sería de aquellas paredes.
    Ya hace demsaiado tiempo que salí de Barna.

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