viernes, 28 de enero de 2011

¿QUE MERECE LA PENA?



 Llevo unos días luchando conmigo mismo. Las noticias sobre la crisis, sobre el asunto de las pensiones, sobre la deuda soberana, sobre la transformación de las caja de ahorro y alguna cosa mas relacionada son las causantes.
 Uno llega a cierta edad, en la que sirve el aserto aquel que dice que sabe mas el diablo por viejo que por diablo. Para mi desgracia, mantengo una buena memoria, que con pequeñas variaciones, puede remontarme a los años sesenta, mas o menos. Encima uno se ha preocupado de otras crisis, y lee todo lo que crea que está relacionado con la misma. Ahora solo quiero dejar aquí una anotación que proviene de la Biblia, antiguo testamento, la Torah, y el Corán, que en los tres sitios habla de las Vacas flacas y las Gordas. Parece que a estas alturas, ya nadie se acuerda de ello.
 Hoy hablaba con una antigua compañera de trabajo, que ahora está en la Universidad de Vigo, y me decía que nadie quiere perder derechos adquiridos y yo la puntualicé, nadie quiere perder privilegios.La conversación venia relacionada con la huelga promovida por la CIG, ayer.
 Como no quiero hablar sobre lo precedente, os contaré, siguiendo con los recuerdos del abuelo Cebolleta, una anécdota que me sucedió a mi en mi etapa del servicio militar. Ya sé que muchos de vosotros no sabéis lo que es eso. Preguntarle a vuestros padres, pues nadie mejor os podrá ilustrar.
 Parte de mi servicio militar lo hice en Jaca (Huesca). También recuerdo que estaba por allí cuando asesinaron a Kennedy. Y también recuerdo que casi todos los mandos, desde el General de la Región hasta alguno de los Tenientes, llevaban nombres o apellidos muy conocidos y relacionados con el triste alzamiento contra la República-
 Un buen día, en la orden del día, salí nombrado como jefe de la guardia que custodiaría el polvorín existente en la Peña de Oroel. Veinticuatro horas de guardia.
 En un momento determinado el capitán, en un aparte me dijo: mañana cuando estés en el polvorín ten cuidado con el jefe de DIA, le gusta empapelar a la gente. ¡Cuidado con él!.
  A la hora prevista, salimos del cuartel en un jeep, dos cabos ocho soldados y este pobre pringado.Fuimos a la ciudadela a buscar la orden. Allí me enteré de que la orden me la entregaría en persona el General Gobernador de la plaza, Teniente General B. Hernández Moure.
 Me entregó la orden personalmente, y una cosa que fue la primera y última vez que escuché: El santo y seña, con una advertencia, solo usted y yo la conocemos, por lo que no  hace falta que le diga, que solo yo puedo pasar al recinto.
 Subimos a Oroel, hacemos el cambio de guardia, e iniciamos la misma. Todo sin novedad, guardia tranquila, vigilando especialmente la garita llamada de la gitana, pues parece que era el punto por donde se podía colar alguien. El recinto estaba alambrado, en todo su perímetro y el acceso era casi imposible.
 Era aquel polvorin algo sumamente enorme,  cargado de explosivos, municiones y demás aparataje bélico.
 Por la tarde después de comer, la cosa estaba tranquila. Matábamos el tiempo en el cuerpo de guardia, cuando sonó el timbre del portalón de entrada. El cabo de servicio se acerca a la garita de entrada y vuelve sudoroso y nervioso. El jefe de día, el comandante X..,- quiere entrar en el polvorín.
 -¡No le habrás dejado entrar?!- digo- No, responde.
 - Vamos allá- digo yo- coge la metralleta y ven conmigo.
 Pongo al cinto la pistola de reglamento, una bellísima Luger, compruebo si tengo munición y caminamos al puesto de entrada.
 Fuera del portalón había un jeep, con un soldado al volante y el comandante al lado. Me acerco, le doy la novedad, sin abrir el portalón. Cuando termino me dice que le abra el portalón, que es el jefe de día y que quiere hacer una inspección.
 Le pido el santo y seña, y me contesta que él es el jefe de día y comandante, que me deje de chorradas y que abra si no quiero que me meta un paquete. Le deniego de nuevo la entrada, y él le pone mano al portalón con idea de abrirlo y rebasarlo.
 Ordeno al cabo que monte la metralleta, lo mismo que al soldado de centinela con el mosquetón, y al mismo tiempo saco de su funda la pistola y la monto también, diciéndole que si intenta entrar nos veremos obligados a disparar.
 Saluda, se da la vuelta, se sube al jeep, y con la mayor desfachatez del mundo, nos felicita por nuestra manera de proceder.
 Os puedo jurar que jamás he sentido tantas ganas de poner de rodillas a alguien, lo mismo que el cabo y el centinela.
 Estoy seguro que si le digo al centinela que le disparara, lo haria encantado. Ya le habia arrestado alguna vez.
 Fuimos mencionados en la orden del día siguiente.
¡Gente que manda!

2 comentarios:

  1. ¡Vaya historia, Xabres!.
    No soy muy aficionado a las armas, pero la Luger - pese a todas sus connotaciones - me parece la psitola más bella jamás diseñada.
    En cuanto a derechos o privilegios... hablaremos, jejeje.
    Abrazos

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  2. Todo real, Xibeliuss. Yo si soy aficionado a las armas, nunca a usarlas. Aquella Luger era una maravilla, fui subcampeon de tiro con arma corta de la V región militar con ella. Cuando me licencié, al entregarla, nadie sabia ni que existía-
    Lo de los derecho o privilegios, sigo en lo mio. Todos hemos cooperado a la crisis, siendo muy poco solidarios con nuestros colegas.
    ¿Te suena eso de: Total por unos euros que me lleve?, ¡otros llevan mas"!. Pués ahi estamos. Hablaremos del tema, si Dios quiere.
    Unha aperta

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